jueves, 2 de diciembre de 2010

Se nos marcha el talento

La fuga de cerebros (hasta 1.000 empleos menos cada mes) se está convirtiendo en una severa amenaza para el sector español de I+D+i; las escasas perspectivas laborales y la caída de la inversión pública en investigación motivan que muchos jóvenes intenten desarrollar su carrera profesional fuera de España.

Ante el recorte de presupuestos, el CSIC reducirá sus contrataciones un 20% el próximo año. Por otro lado, fuera de España los investigadores encuentran una buena acogida del talento. El Departamento de Movilidad Internacional de la consultora Adecco confirma que, en tan sólo dos años, el número de demandantes de empleo fuera de España se ha duplicado y el 50% de ellos asegura que dejaría el país por un sueldo igual o, incluso, menor que el que recibe aquí.

También las cifras demográficas oficiales parecen corroborar esta tendencia. Entre Abril de 2008 -momento que se considera el principio de la crisis económica- y Abril de 2010 el número de españoles mayores de edad residentes en el extranjero se ha incrementado en 118.145 personas -un 9,2% más.

Según la consultora, el perfil del profesional que se marcha fuera es el de un joven de entre 25 y 35 años, que aún no posee cargas familiares y que, generalmente, cuenta con una formación altamente cualificada. Tradicionalmente, España ha exportado cerebros de la rama biosanitaria, pero la crisis también está afectando a arquitectos, informáticos o ingenieros.

Precisamente el sector de la ingeniería es el que últimamente se muestra más inquieto ante la falta de oportunidades en España y la incesante fuga de cerebros. La principal causa de este chorreo continuo de destrucción de empleo es, según José Luis Vallvé, presidente de Tecniberia, el recorte en la inversión pública en ingeniería en un 50%. «Hace un año, en los tablones de anuncios de las Escuelas de Ingenieros había muchas ofertas de trabajo. Ahora no hay ninguna».

Teniendo en cuenta que la ingeniería y la investigación son sectores estratégicos que crean nuevo conocimiento e impulsan la economía de un país, y por mucho que se pregone lo contrario, el futuro de España no se presenta nada claro.

Todo esto no tiene sólo connotaciones humanas -la pérdida de fuerza de trabajo y de talento creador- sino económico; formar a un ingeniero le cuesta a la sociedad unos 60.000 euros. Si se marcha fuera, es una inversión que no se recupera.

Después de todo, queda claro que el Gobierno no ha apostado precisamente por la innovación para salir de la crisis.

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